jueves, 25 de junio de 2020

Inspiraciones 5

 
 
A veces una máquina de escribir es una buena historia en sí misma.  Y ésta lo es. Luego de Pandemia 2020, una historia obviamente nueva, alimentada por los hechos que estamos atravesando, sentí la necesidad de otra historia también nueva. Hay mucho escrito en mis viejos cuadernos que necesitan salir de esos renglones y papel amarillento, para actualizarse, describirse, y exorcizarse. Sin embargo una historia nueva, que nació como idea no hace tanto en mi blog, pidió lugar, y no permiso, para ser la que sucediera a la recién concluida historia. 
La Vieja Máquina vio ya sus primeros capitulos, y no tengo más remedio que darle su oportunidad.  

martes, 23 de junio de 2020

Pandemia 2020 - Final

Final




La voz del pastor resuena en el aire, mis sentidos están lejos, todavía en los sueños extraños que vengo teniendo desde hace muchas noches, o días, ya que no tengo mucha noción del tiempo que va transcurriendo.
Abro los ojos a lo que parece una mañana muy linda, con mucha luz que entra a raudales por las ventanas del dormitorio, y la que se ve desde el comedor, cuyas persianas Serena levantó.
Casi al mismo tiempo que enfoco la vista en  los objetos que me rodean, la voz del pastor calló de repente.
Serena había apagado la radio, esa  misma  que  ella se llevaba o apagaba cuando  ese pastor aparecía mientras yo la escuchaba.
Aparece a mi lado como surgida de la nada, de repente, sin que mis sentidos hayan tenido tiempo
de acomodarse y percibirla.
-Hola pá.
Un saludo corto y una sonrisa que no logro interpretar.
-Tengo café caliente. Querés un poco  ?
Es una  buena  oferta, aunque  no entiendo muy bien porque me parece como tal, ya que no tengo necesidad de  un desayuno, mi cuerpo está completamente cambiado, y no me pide que lo alimente como antes.
Ya nada es como antes.
No recuerdo haberle contestado siquiera, pero ya se fue y ahora está de vuelta con mi taza del Ciclón, llena de un café que huele bien, inclusive desde la puerta de la habitación.
-Cómo te sentís ?
Imagino que  bien, pienso, pero en verdad no siento nada, como si ya no fuera mi cuerpo el que habito. Me siento muy liviano, casi vacío. Como si en alguna parte hubiera descargado todo el peso de mi humanidad y hora me sintiera aliviado.
-Te entiendo.
Ni siquiera me parece raro me lea el pensamiento. Todo ahora es tan normal como cualquier cosa en otros tiempos.
-Cómo me veo ?
Mi  voz suena espantosa, casi como una  gárgara más que fonética, y me cuesta lograr que  mi garganta articule bien. Me duele, inclusive.
- Cómo te imaginás que estás ?
Si fuera por  la última vez que me viera en el espejo, seguramente no me quedaría mucho parecido con la persona que fuera alguna vez. En realidad, ni por asomo.
-Tomate el café.
Aquello suena como si lo hubiera dicho mi madre, y no mi hija. Algo muy extraño en otro tiempo, pero que imagino normal hoy.
Serena ya no parece la jovencita pre-adolescente que  llegara hace un tiempo a casa, parece más grande, más adulta, hasta mayor que yo,  si se mira bien.
Lo tomo. Está caliente pero no me quema. Mi garganta se resiste,  pero puede que  sea el último café que tome,  uno hecho por  mi hija. Aunque no hubiera mucha ciencia en ello, venía de sus manos, y eso es suficiente.
Sobre la cómoda del cuarto falta el espejo ovalado, aquél que Carmen había comprado en una casa del Centro, cuando estábamos por casarnos.
Un cuadro que ya no recuerdo tener en algún sitio. No tengo dónde mirarme.
Tal vez no sea necesario, seguramente estoy peor que la última vez, y eso es casi un hecho. Otro espejo más fino y alargado, que siempre estuvo al costado del placard tampoco está ahora.
Se nota que tuvo mucho tiempo para sacar los espejos y evitarme un buen susto si llegaba a reflejarme en algo.
Eso solo demuestra que no estoy en mi mejor condición física. Una risa contagiosa se escucha desde la cocina.
Alguien le está contando algo gracioso desde vaya a saberse dónde.
-Es Luis, pá. Más risas.
-Es un tonto…!!!
No imagino que le está diciendo, y no sé si quiero saberlo. Ya nada me importa como antes. Bueno, no todo.
-Por qué apagaste la radio cuando desperté? Por qué vos podes oír a ese tipo y no querés que lo escuche yo ?
Silencio.
Tal como antes, sin previo aviso se aparece en el marco de la puerta.
-De veras querés saber por qué no te lo dejo escuchar?
-Sino fuera demasiado pedir…
Levantó la vista hacia el techo, como pensando, o tal vez compartiendo la pregunta con alguien en alguna otra parte.
-Tal vez no lo creerías, pá.
No tengo mucho que perder, nada en realidad, así que… por qué no ?
-Todo está escrito en alguna parte, la mayoría de lo que nos pasa hoy, ya fue anticipado hace mucho tiempo. Siglos.  No es demasiado que toda esa gente, con claras habilidades de videncia, profetizara lo que sucede.
Eso suena raro. Como mínimo.
Serena hablando de profetas y augures ?
-No podés creer que tu hija se interese por profecías y leyendas. No ?. Bueno, bienvenido a otro mundo.
No me cabe duda que hay otro mundo, muy distinto al que conocía hasta ayer.
-Y qué dicen esas profecías sobre esto que pasa ?
Me mira de reojo, como evaluando mi pregunta y la intención de la misma. Por el momento solo quiero saber qué está pasando. Todo viene realmente muy extraño desde un tiempo a esta parte.
- En serio - repongo - solo quiero saber qué se dice. Qué dice ese pastor, qué hay de cierto en las profecías que vos mencionas…
Se acerca y se sienta en la punta de la cama, está muy tranquila y le brillan los ojos. Está radiante.
-Al principio no creíamos en todo los que nos pasaba…
-Nos…?
Sonrie.
-Ya te imaginaras que no estoy sola, y que hablo con la nada misma, pero no por estar loca. Nos escuchamos.
Realmente no sé si quiero escuchar lo que está por decir, pero es necesario. Siento que hoy va a ser el último día en que pueda oírla, hablarle, sentirla cerca.
-Es  un  virus sintético,  está demostrado,  muy  contagioso  y  altamente letal  cuando  hay enfermedades previas  asociadas,  o   la edad  de  la  gente está por encima  del  estimado de longevidad.
"Pero tiene una característica que no estaba en los planes de sus diseñadores, una simple capa de  proteínas que  al fusionarse con  las de  determinadas células,  activa algo en  los genes, levanta un interruptor que estuvo siempre ahí, y que nuestra humanidad nunca había llegado a los niveles necesarios para que se encienda.
"Somos distintos a lo que éramos, somos otros casi. Nuestras mentes se comunican como si nos estuviéramos viendo en directo, como  si fuera un  holograma. Pensamos  juntos o  por  separado, vemos a través de los ojos de los otros, y escuchamos o sentimos a través de sus sentidos.
"Al suceder eso el virus evoluciona de otra forma, creando una especie de barrera de inmunidad, para que otros virus no entren en  nuestro organismo, se vuelve parte de nuestro de  nuestro sistema, de  nuestra vida, y se desglosa en  todas las partes necesarias a los efectos de  los cambios que nuestro cuerpo produce.
Estoy asombrado, nunca  escuché de  su  boca  semejante léxico cuasi científico. Tampoco imagine corno un virus puede transformarse en otra cosa.
Sabía de las mutaciones, pero de ahí a conformar la chispa que encendía una nueva maquinaria...
-Es  maravilloso, pá. No sabés lo que se siente estar en muchas mentes y lugares a la vez, la felicidad y el amor que se pueden sentir, el apoyo y el cariño de otros como vos…
Su mirada se perdió en algún lugar de la habitación.
Hay un silencio algo incómodo, cortado por un pensamiento que no era mío, pero tampoco de ella. Se acababa el tiempo.
-Vamos ? Ya va siendo hora que cumpla tu sueño.
Intento levantarme y la gravedad conspira contra mis deseos. Me siento liviano y bien, pero mis huesos deben estar tan fláccidos como la piel. Me cuesta horrores poder moverme.
Ella me ayuda a cambiarme. Nada especial, salvo una camperita. Me hace acordar a su madre.
Salimos a la calle lentamente, en parte porque mi estado no permitía  mucho más que eso, y en parte  porque Serena no tenía demasiado apuro en  nada, salvo en la duración de  mi vida.
Es un hecho tácito que  este será el último día para toda una  generación que no va a sobrevivir a la pandemia, ni uno solo. Tal vez  algunos pocos de otra generación intermedia que  harán de  apoyo a estos  jóvenes e inexpertos, que a pesar de poder abarcar el mundo entero con  el pensamiento todavía tienen  un largo camino  por recorrer hasta llegar a la plenitud de sus aptitudes.
El panorama es desolador y algo más,  mucha  suciedad por doquier,  mucha mugre acumulada en  todas partes, y  un grado de  abandono que  no recuerdo de  ninguna oportunidad anterior.
Cada tanto se ven cuerpos en las veredas, algunos con  signos evidentes de haber estado mucho tiempo allí, muy desmejorados, pero para asombro de  mis ojos, no  se están corrompiendo, sino que se  están deshaciendo en  cenizas.
Parte de  esos cuerpos parecen momias a las que se  ha desenterrado hac muy  poco, pero otras están grises y resecas, que el viento se lleva de a poco al desprenderse escamas y polvillo, deshaciéndose sin remedio.
Muchos  jóvenes caminan por las calles, la mayoría de  la edad  de Serena o un par de años mayor, pero muy pocos menores que eso. Todos van diligentes con bolsas de compras, o con  cajas llenas de  insumos o alimentos.
Uno de ellos, un chico  alto y de  cabello muy rizado, se para cerca nuestro, sin decir palabra, pero evidenciando algún mensaje para mi hija, que  ella entiende de  inmediato.
-Está bien. Pudo sola. Gracias
El chico saluda con  la cabeza y prosigue su camino, hacia vaya  saber dónde, munido de dos grandes bolsas,  y  con paso raudo.
Mientras tanto mi hija me sostiene y me lleva, a nuestro alrededor todo es destrucción y abandono.
Ya nada  queda de  nuestra ciudad, de  nuestro pueblo, de ese lugar en dónde pasé mi vida, y vi nacer a 'Serena. Todo está perdido.
El día está radiante,  con  un sol hermoso y una  brisa algo fuerte, pero que de  ninguna manera puede opacar lo que se está viviendo.
Algo  radiante y magnifico en medio del desastre.
A  lo lejos se ven algunas columnas de  humo,  como restos de algún incendio lejano, o pastizales que  se incendian por algún motivo.
-No, pá. Fueron incendios que  nadie pudo  controlar .No hay  bomberos todavía.
Otra cosa que  me llama la atención, es la ausencia de animales, tanto domésticos, como aves que  siempre pululan por la
región. No habla rastro de perros, gatos, ni palomas o pájaros cualquiera. El cielo y la calle están vacíos de ellos.
-Murieron en su mayor parte, solo quedaron los más jóvenes, los pichones, las crías más grandecitas, todo lo demás fué.
Es una confesión dura y cruel, pero limpia y clara. La limpieza se había hecho de forma prolija y sin que hubiera que repasar errores.
La Naturaleza era sabia, pero sobre todo, muy eficiente. Esta vez no iban a quedar cabos sueltos que otras generaciones tuvieran que arreglar.
La generación de Serena iba a heredar un mundo bastante limpio, en materia genealógica al menos. A pesar de la cantidad de basura que se apilaba en muchos sitios, no había ni rastros de moscas, o insecto alguno.
Levanto un momento la vista y advierto la respuesta en sus ojos.
La calle parece eterna, extraña, una imagen que jamás imaginé que vería, con poca gente y esa gente solo jóvenes, algunos
 cuasi niños, como en su momento lo hicieran los adultos, haciendo compras, llevando cosas, o paseando a niños muy pequeños, de los cuales seguramente se harían cargo a partir de ese entonces.
-A dónde vamos?
Ella sonríe y me mira de reojo.
-A dónde tus sueños te llevan. Es lo menos que puedo hacer por vos.
Nos cruzamos con muchos chicos y chicas en nuestro camino, en nuestra recorrida hacia el gran  edificio Torre de Caseros, el punto más alto de la zona, casi diríase del partido, desde dónde se puede ver todo hasta San Martín, en un día limpio como ese,y Palomar hacia el otro lado.
Dista unas seis cuadras desde casa, en tiempos normales, pero en mi estado, y con la ayuda despreocupada de mi hija, bien pueden ser veinte. Ella gira la cabeza y me sonrie.
-Tranqui, pá. Llegamos.
A una cuadra está la avenida principal, la que conecta Caseros con el resto de la zona, a través de sus distintas arterias y calles, y que en ese momento es la desolación misma.
Muchos negocios cerrados desde hacía tiempo, algunos con los carteles que así lo indican, y el de las inmobiliarias que los alquilaban, como otros, que están aún con todas sus cosas adentro pero que se notan abandonados desde mucho antes.
Muchas cosas ya no volverían.
                                    Por más que escuchen, no entenderán,
                                    por más que miren, no comprenderán”
Un cartel rajado en su parte inferior, me hace acordar palabras del pastor de la radio.
El mismo cartel se ve pegado y roto en muchos lugares de la avenida, manchado, rasgado en diversas partes, pero notoriamente el mismo afiche.
                                   Hasta que las ciudades queden
                                   destruidas y despobladas,
                                   las casas deshabitadas,
                                   los campos desiertos…
-Es lo que no querías que escuchara?
No sonrie esta vez, pero asiente brevemente con la cabeza
- Digamos
El  aire es fresco y agradable, ninguno de  los chicos lleva tapabocas o lo que fuera similar, van muy tranquilos a cara descubierta, disfrutando del aire de  la mañana caminando displicentemente y  sin mayores precauciones.
Para ellos no  hay problemas de virus.
-Qué  fue lo que no vimos ? Qué fue lo que no comprendimos?
-Casi nada. No comprendieron nada.
Llegamos a la primera esquina de la avenida, dónde  una  vieja camioneta, ennegrecida por el fuego que  la habla devorado
 en  su momento, nos impide cruzar en  forma recta. De la vereda de  enfrente, en  la esquina opuesta, una  confitería que muestra las consecuencias del abandono y el saqueo por parte de  vándalos  que  la atacaron hace tiempo.
Hasta donde la vista me lo permite, puedo divisar la soledad y el deterioro
En  las calles que  se cruzan allí, autos abandonados,  muchos incendiados sin motivo aparente, basura acumulada en  varias partes, puertas de  algunas casas rotas, y hasta árboles caídos como por una  tormenta que nunca vino.
Cruzamos la esquina sin mayores problemas, al fin de cuentas no  hay  autos que se escuchen por ningún lado. Nos detenemos
un momento, más que nada para que yo pueda recuperar algo de  aire …
-Cayeron en la desesperación - me dice muy tranquila - Aguantaron lo que  pudieron, hasta que           se dieron cuenta que  no  importaba que  estuvieran en  sus casas, que  de alguna u otra forma el contagio los iba a alcanzar. Entonces salieron.
Sobre la misma  vereda, a media cuadra nuestra, en la misma puerta del enorme Bingo, una decena de cuerpos se deshacen hechos cenizos, resecos y olvidados.
Levanto la vista hacia más lejos, casi hasta el paso a  nivel, ese mismo  desde donde viera el carperío que  habían hecho los militares, .Mucho humo de  algunas casas en  medio de  las manzanas abandonadas.
-Lo  mismo pasa en las casas? - pregunto por lo bajo
Hace  una mirada panorámica y asiente.
-En la mayoría. En otras estamos nosotros y la persona a la que acompañamos antes de  su redención.
Redención?
-Esa fuerza superior sólo eligió algunos sobrevivientes para ello, para que carguen con  el peso de  la culpa. Los  que  expiarán
por el resto. Y  vos sos uno de  esos, pá.
No me imagino que ello sea un honor, contemplar el fin de  una  generación completa, o de varias, y  ser el chivo expiatorio de  los pecados de toda la humanidad. O  al menos  de la parte que  nos corresponda.
-Por eso estas venas negras y mi piel blanca. Como las del que  entró en casa?
Asintió
-Él tuvo su oportunidad de redención y la rechazó. Por eso lo revivió, para que  pudiera decidir, para que  eligiera libremente. Pero rechazó la oferta.
-Quién lo revivió…?
Me  mira sonriendo.
-Vamos,  pá. Solo una  fuerza en  todo el universo puede hacer eso. La  misma que te está dando esta oportunidad a vos, la misma  que nos  eligió a nosotros, la única fuerza. EL.
Estoy perplejo. Muchas  cosas ya no deberían sorprenderme, pero esto es demasía do.
-Es como …
-Vamos - me dice haciendo fuerza sobre mi brazo - No queda mucho tiempo.
Caminamos hacia la cuadra siguiente, mientras pasamos frente a locales destruidos y sucios, muchos  de los cuales había  visitado no hace más de  unos días atrás.
Al fin llegamos a la tercer cuadra, y cruzando la avenida vacía y sucia, nos dirigimos hacia el Torre, el más alto de Caseros,apenas treinta metros de la esquina.
Son demasiados para mí.
-Estoy yo. Quedate tranquilo. Vas a ver tu sueño.
No recuerdo haberlo pedido, aunque pensándolo bien, tal vez  no fuera un  sueño, sino una  especie de  premonición, un anticipo de  lo que  estaba por  acontecer.
Me mira sonriendo de  nuevo.
-Algo de eso, pá.
La galería debajo del edificio está abandonada, y llena de  restos de  cenizas, dispersos en pequeños montículos, que  alguna vez  fueron personas que  vivieron y murieron sin saber nunca por  qué, y tampoco en dónde.
Allí cayeron muertos por el virus, y  allí se convirtieron en ceniza, desparramándose a medida que  la brisa o el viento más fuerte soplaba en la galería.
El  hall estaba al descubierto, sus vidrios hechos añicos por doquier, y hasta pedazos de los mármoles que adornaban sus paredes, yacían esparcidos en  derredor  de los escalones de  entrada.
El mostrado de recepción, todo de  mármol en  una  época, estaba roto en muchos  pedazos, cubierto de  cenizas. Algo tremendo y horrible había ocurrido allí. La puerta que daba a las escaleras estaba rota y astillada, y las de los ascensores habían sido arrancadas, sin señales de su localización.
Me detengo ante ese último detalle.
No iba a subir por la escalera. No llegaría jamás.
-Tranquilo
Como  surgidos de la nada misma, varios muchachitos se nos aparecieron de  la calle, y de las sombras de la galería. Todos silenciosos y muy decididos a algo que  obviamente se me escapa.
-Tengo que  subir - dice Serena al aire 
Por un momento todos se quedan muy quietos, serios, concentrados,  creando un tremendo vacío de sonidos, como si su sola presencia bastara para aspirarlos todos.
ESTA ROTO EL CABLE
Las palabras se sintieron muy claras, casi como si las dijeran dentro de mi cabeza, como cuando me parece sentir los pensamientos de Serena.
NO IMPORTA. PODEMOS HACER QUE FUNCIONE
Serena ladea la cabeza como asombrada, es evidente que eso no está en su imaginario.
Un chirrido tremendo, crujidos que sobresaltarían a cualquiera, y una luz muy brillante desde el interior de la cabina del ascensor.
LISTO. AVISANOS CUANDO LLEGUES ARRIBA
Me pasa el brazo por detrás de la espalda y me lleva hacia esa luz. Varios chicos tratan de ayudar, pero enseguida se retiran. Les debe haber advertido que puede sola.
Subimos.
El ascenso es lento, ruidoso, lleno de flashes de luz, pero con mucha oscuridad. Ya no hay nadie vivo en ese tremando edificio, ya nadie lo habita, ni siquiera sus fantasmas.
Un olor a viejo' encierro es lo único que se siente al pasar por cada piso al atisbar por los recodos, en ese lento subir hacia la terraza.
Llegamos arriba.
Salimos a un pasillo muy iluminado, gruesos ventanales lo protegen del exterior  dando acceso a la terraza, mediante una puerta doble de metal.
Lo único que se interpone al paisaje son las casillas de los equipos de aire, la de electricidad, y  otras dos que no sé qué son.
El cielo es una gloria.
Caminamos hasta una parte aterrazada, que  tiene unos escalones amplios donde poder sentarse.
Algo me sobresalta y me siento acalorado, reconfortado, como si ya nada fuera una tortura.
Serena resplandece, brilla inclusive bajo ese sol enorme y glorioso, bajo ese cielo límpido y  sin igual.
Desde lo alto de ese edificio se ve todo a muchos kilómetros a la distancia, casi hasta dónde uno quiera, hasta donde llegue la vista, y hasta dónde llega la mía, muchos puntos brillantes resaltan de la homogeneidad del paisaje.
Los otros como ella.
Nos sentamos y  ella me abraza.
-Acá termina…No?
Ella asiente. Hay lágrimas en sus ojos, y eso me sorprende, no las esperaba.
-Así es. Acá termina.
La imagen es impresionante y  terrible a la vez, una ciudad bajo un sol precioso, y las ruinas y el humo lejano elevándose entre ellas. Una brisa fuerte se lleva las cenizas de los que alguna vez cubrimos el planeta.
-Nunca imaginé morir acá. Así…
Se da vuelta y me mira directo a los ojos
-No te diste cuenta?
Entonces todo cae en su lugar.
Demasiado liberado me levanté para semejante día, muy ligero y sin pesares, casi que no era yo el que se levantó hace un rato y  tomó un café de manos de mi hija.
Es mi hija?. Soy su padre?. Estas dos personas que estamos juntas en lo alto del edificio más alto de la ciudad, son parientes como se supone debemos ser?
Lo fuimos, y los seguimos siendo. Solo han variado las condiciones en que se están dando las cosas.
Debo haber muerto anoche, cuando me acosté, y  hoy resucité como tantos otros, con las marcas en mi cuerpo, esperando el juicio y el castigo, aceptando o no la redención, y  ascender a algún sitio, o volver al mundo y  convertirme en un montón de ceniza.
-En cierto modo ya lo aceptaste, papá.
La palabra me sorprende casi como si estuviera vivo. Hace años que no me dice papá, pero todo completo. Casi que los recuerdos de mi beba balbuceando esa palabra, me sacan lágrimas que no sé si tengo.
Las palabras del pastor surgen en mi cabeza tan claras, como si tuviera la radio junto a mis oídos.
                                              Guiaré a los ciegos
                                              por un camino que no conocen
                                              los conduciré por sendas que ignoran
                                             convertiré ante ellos la oscuridad en luz
                                             y lo accidentado en llano.
                                             Estos planes los realizaré;
                                             no dejaré de cumplirlos
Era evidente que estaba vivo, o re-vivo, mucho más tiempo que cualquiera de que supiera, ya sea los que ví en la televisión, o los que me comentaron por teléfono. Todos habían estado en pie pocos segundos, minutos tal vez, para luego morir por segunda y  última vez.
El brillo de mi hija se me torna algo molesto, casi que no puedo mirarla.
-Necesito hacerte las preguntas. Estás dispuesto ?
La voz suena en mi cabeza muy clara. Ya no es necesario que el sonido salga de su boca.
-SÍ. Pero antes quiero saber algo. Mami?  Cómo...?
ELLA ESTA BIEN. MEJOR. DONDE DEBE . LA VEO CUANDO TENGO GANAS, O SEA SEGUIDO.
Eso me reconforta. La amé todo lo que un hombre puede amar, más allá incluso de diferencias que tuvimos. Me alegra saber que ahora está bien y no sufre.
ESTAS LISTO ?
Me abraza fuerte y brilla aún más.
El sol ya enceguece, y el viento suave y  fresco parece pasar a través de mí, como si fuera etéreo, inexistente. Hay mucha luz por todos lados.
De pronto algo me reconforta, un sentimiento que me llega de todas partes, de cada uno de esos seres luminosos que se ven muy pequeños en la distancia, y sobre todo desde esa altura.
En muchos lugares está sucediendo algo similar, alguien como yo, en mis condiciones actuales, está por responder pocas preguntas que generaran algo increíble.
No soy el único que tiene que cargar con todas las culpas.
-No, papá. Ustedes son los ejemplos. Las evidencias que todavía puede haber un poco de esa humanidad original que nos vio nacer.
Comienzan las preguntas. Respondo con pausa y tranquilo, a pesar que siento que mi voz se apaga.
La luz es cada vez más fuerte. No siento casi los brazos de mi hija alrededor. Todo brilla demasiado. No veo más nada. No escucho nada.
Algo toma forma dentro de la luz.
-Carmen...?  .
La Luz es Todo.

lunes, 15 de junio de 2020

Pandemia 2020 - 11








Día - 11





Era hermoso ver como resplandecía.
Tal vez era una apreciación mía, pero cada día que pasaba era innegable que estaba más linda, más radiante, como si fuera un sol que estaba naciendo, como si toda la luz del mundo fuera a anidar en ese rostro juvenil, haciéndolo refulgir de tal forma, que parecía iluminar a los que estábamos junto a ella.
Había pasado el médico y comprobado mi caso, no era necesario un hisopado, a mas que ya no había reactivos casi que en el mundo entero, para saber que el virus me había invadido de forma alarmante, pero lo mejor de ello fue saber que Serena era inmune naturalmente.
Su sistema inmunológico era perfecto, había rechazado el virus, lo había pulverizado, y podía andar por la vida sin las protecciones que todos necesitábamos.
De acuerdo al médico que me atendió, había muchísimos casos de chicos de esa edad, inmunes a la pandemia, y que se reportaban cada día más casos verificados.
Era un aliciente saber que entre los recuperados y ellos, quedaría alguien en este mundo para sobrevivirnos.
No iban a internarme en ningún lado, ya no había camas, el carperío enfrente de la Municipalidad estaba desbordado, ni siguiera ese ejército de eternautas pudo contener la plaga que se había abatido de buenas a primeras, a pesar de todo lo que el presidente decía por la tele, sus expertos infectólogos, y más de un chupamedias que hacía de repetidora gubernamental.
Como toda prescripción médica tenía un antifebril, algo para la tos, y un número que debía usar en caso de crisis terminal, en la que ya nada pudiera calmarme, ni siguiera un tubo de oxígeno que debía cambiar cada dos días, y que debía aplicar en caso de ahogarme mucho.
En la televisión ya no había casi programas en vivo, muchos conductores estaban enfermos y no concurrían a los canales, las emisoras daban repeticiones de charlas o películas, y los noticieros eran conducidos por una sola persona desde su casa.
Tampoco había palabras triunfales como que nos dijeran que todo estaba bajo control, ni que estábamos aplanando nada, y que el rebrote, luego de unas tibias medidas de apertura, hubieran hecho los estragos que se veían en la realidad.
Había suficiente comida para un mes, ya que fui con todo el dinero que tenía encima al súper y a los chinos que aún estaban abiertos, a comprar todo lo que necesitara. Más que nada por Serena, ya que no sabía que podría ocurrirme de seguir en ese estado.
Había sacado un viejo microondas que tenía guardado, y le había explicado más o menos su funcionamiento, cuando no podía levantarme, ella podía sacar algo ya preparado para calentarse y poder comer sin ayuda paterna.
Había tomado la muerte de su madre con toda la entereza e hidalguía posible, para una chica de su edad, algo que me enorgullecía, pero a la vez me causaba una pena muy profunda.
Perdió a su madre, y era casi número cantado que perdería también a su padre. Y en este caso era muy probable que lo viviera
en directo. Eso me ponía peor.  
Carmen había sido una buena madre, la había querido, sobreprotegido, y lo había hecho hasta último momento, sabiendo que estaba infectada y enviándola conmigo para que no se contagiara. Había fallecido por una falla multiorgánica, ocasionada por enfermedades previas, era alérgica, hipertensa, y tendía a enfermarse con regularidad cada vez que entraba el otoño, algo que este tipo de virus sabía utilizar como el mejor.
Serena lloró mucho, gritó otro tanto, y hasta creo que me odió en parte, pero logró aceptar que podía suceder le a cualquiera de nosotros, hasta a ella misma inclusive.
No fue fácil, nunca lo es, y menos en esta situación tan particular dónde todo lo que nos rodeaba era algo muy cercano a la muerte. Tuvo un par de días en que estuvo muy ausente, casi encerrada en su cuarto, sin comer conmigo o hablarme siquiera.
La entendía.  A pesar de mi estado en general, la entendía.
En  el  laboratorio donde   trabajaba Carmen  se habían producido  varios casos, muchos de  ellos mortales, como así  también en  otros lugares que  me eran más familiares.
En mi  trabajo específicamente.
Allí hubo  tres  infectados y un  muerto, cifra que  se incrementaría conmigo  en  breve.
A  nadie  le  gusta  morir,   eso  es  obvio,  pero algo  había  cambiado dentro  de  mí,   algo que  me hacía ver   las  cosas de  otra  manera, de  una  forma   distinta, ya  no  temía a   la muerte corno me hubiera  pasado hace   unos   días  nomás.   Estaba tan  mal   por   momentos,    que  el  descanso eterno sería  algo así  corno  un  premio  para  mi  salud.  No más  tos,  no  más  ahogarme,  no   sentirme desfallecer,   a  veces era  un suplicio del que se  sabía  no  había  forma de  mitigarlo.  Cada persona  era  especial,   por   eso el  virus  manufacturado podía  variar   en   como  atacar  a  cada organismo.
Siempre iba  por   la vías respiratorias, pero si  no  encontraba  corno reproducirse, el  sistema circulatorio  le venía bien, o  el linfático, y  al principio el digestivo.
Atacaba  zonas   sensoriales como el gusto y el olfato,  cosas que  en  un  principio no  se habían tenido  en   cuenta,  y   que   ahora  formaban parte de la larga lista de síntomas  que  podían aparecer antes de  su  ataque frontal.
Salvo estos  últimos,  yo   tenía  todos los  síntomas, no  me faltaba nada   salvo la  bolsa negra dónde  la  familia  completa del tano de  la otra cuadra había salido.
No    bien cómo, pero  Serena logró  comunicarse con  un  muchachito del edificio  que  está al lado,  dónde   sabíamos  que  la famosa  ambulancia nocturna se había llevado  a  gente mayor,   todos fallecidos, y a varias  personas no  tan grandes.
El  chico tenía algo así  como 15  o 16  años, pero era alto  y  parecía de  más edad, a juzgar por las fotos que me mostró,  con lo que podía salir a hacer  compras  sin que  nadie lo  parara.  Igualmente no  quedaban  muchos  lugares para comprar, y no había tanta policía para controlar.
Los  súper y  otros  negocios habían cerrado al mermar  su  personal, y  al desabastecerse en  parte por  la merma a su vez  de  los proveedores.
Era un círculo vicioso que solo tenía  un  fin,  y  era  que no estaba  quedando tanta  gente corno para hacer las cosas, ni para trabajar,  ni para curar, ni para sobrevivir.
Serena le  había pedido algunas cosas, que  este chico le compró  cuando  salía.
No sé a  ciencia cierta qué pasó con sus padres, si viven o no, ya  que mi hija no me cuenta nada sobre él,  salvo que  se conocían desde antes de  conectarse en  las redes.
Mi cerebro no estaba para ese tipo de cosas, por  lo que no traté,  ni me molesté, en  preguntar más.
Así  fue  como me enteré de los cierres de los negocios, y  la sucesión de muertes en la vecindad. Ya no  podía salir, y  a  duras penas ponerme  en  pie.
Dormía  mucho  y  soñaba  poco, y  lo poco eran pesadillas,  situaciones irreales  y  apocalípticas que  no  tenían sentido en  mi  imaginario más delirante.
Sabía de  alguna manera  que  Serena a  veces se quedaba pensativa y estática, corno si alguien le hablara,  o  estuviera  leyendo algo invisible a mis ojos,  cosa que  tal vez  fuera así  debido a mi inconsciencia intermitente, para luego ir  a  la compu y entrar a  sus chats, dónde otros  adolescentes se conectaban con ella, y  hablaban corno si se conocieran de toda la vida.
Nuestro vecino fue uno de ellos.
A  veces me despertaba de a ratos, ella estaba frente al  televisor  del  cuarto, y  me comentaba algo  que daban en canales del exterior que  aún  funcionaban en  vivo, o casi,  y  que entre la  tragedia que estaba causando la pandemia, rescataban  la  limpieza que  la naturaleza estaba efectuando en  el planeta.
Seguramente ese  virus  vendría a ser la escoba, y  nosotros la basura a  barrer.
Se  había cerrado el agujero de  ozono, los mares  se habían limpiado en  un  porcentaje muy alto, y el smog y  la polución ambientales casi habían desaparecido.
Ya  no  había países  pobres o  ricos, solo sobrevivientes luego de  un  cataclismo viral,  todos eran pobres y dependientes.
Las economías mundiales tardarían décadas en  recuperarse, si  es  que lo lograban, y  las industrias y  los  comercios estaban en  situación  terminal.
No quedaba mucha gente en pie para hacer funcionar muchas  cosas.
Todo  eso me  lo  contaba con  algún  grado de  satisfacción que me era incomprensible para una chica de su edad,  aunque   debo reconocer que tampoco era la millennial que  había bajado del remis apenas se dictó  la cuarentena.
Toda   esa  generación  de  chicos  había  nacido en  medio de la  tecnología y   el mundo  de   los servicios.  Nunca   necesitaron tratar de  investigar algo,  ni de  molestarse en  aprender  cómo funcionaba algo. Si no  andaba se tiraba y se buscaba un  reemplazo.
Sin embargo eso había cambiado.
Cuando lo del microondas, se tornó  su buen tiempo para aprender su funcionamiento, así  corno para mejorar el  rendimiento de su teléfono y  la compu,  y así  también en aprender a hornear cosas que  aparecían en  internet.
Había cambiado en cuestión de días, tanto que hasta daba la sensación de poder auto gestionarse, sin necesidad paterna alguna. Era increíble.
Pero lo que más me llamaba la atención era esos momentos de silencio expectante, en los que su cabeza parecía estar a miles de kilómetros de nosotros, o al menos de mí.
Así la vi el día que reapareció desde su cuarto, lejana y muy fría, pero ya no con ese sentimiento de rencor hacia mí, que tan evidente había sido luego de la llamada de la policía, y la noticia fatal sobre Carmen.
El cambio fue notorio en ese momento, en especial cuando algo hizo un clic dentro de su mente, y su actitud cambió para con nuestra convivencia. Se mostró más atenta, cambió sus modos, y hasta se diría que tomó en cuenta que probablemente su familia terminaría allí mismo en cuestión de horas o días tal vez.
Cada tanto me dejaba la radio, a veces para escuchar estática, alguna señal muy débil de alguien contando sobre alguna zona que estaba siendo devorada por la pandemia, o voces perdidas en el éter que anunciaban la llegada del Juicio Final.
Cuando eso sucedía ella venía muy decidida a llevarse la radio.
-Yo puedo decirte todo eso, Pá. No necesitas la radio para lo que viene.
Obviamente no estaba en condiciones de hacer valer mi condición de adulto responsable, menos ante una adolescente que estaba mostrando tantos rasgos de madurez que hasta me asombraban.
Mi cuerpo seguía cambiando, llenándose de esas venas negras, mientras la piel se volvía blanca y casi transparente. Era un desastre que debería haberme horrorizado, pero que no lo hizo. Esa imagen que el espejo me estaba devolviendo, la asumía con total normalidad, con entereza, como si una voz interior anunciara que ese cambio corporal estaba completamente justificado.
Notaba la vista algo velada, no tanto como debería, teniendo en cuenta el estado de mis globos oculares, mis pupilas, que eran espantoso de contemplar, aunque el sentimiento que me embargaba en ese momento era distinto, no tan dramático como debería suponerse.
Logré levantarme y caminar un poco por la casa, no mucho, lo suficiente para que todas mis articulaciones protestaran a coro, y mi malestar fuera más notorio, algo que entendía debía hacer para tratar que mi cuerpo no quedara convaleciente durante el resto de los días. Los que fueran que me quedaban.
Me acerqué a la ventana del comedor, la cual estaba con los vidrios cerrados ante las cortinas de tela, pero con la persiana levantada, bastante como para ver la calle desierta y muy sucia, llena de basura y papeles que se arremolinaban ante la mínima brisa, con unas veredas que daban lástima de tanta tierra y abandono.
Me quedaba claro que no era nuestra culpa, ya que las veces que solo nos habíamos asomado un poco a limpiar los vidrios desde afuera, un móvil se había acercado raudamente a invitarnos obligatoriamente a entrar a casa.
El cielo estaba raro, feo, a pesar del sol que se adivinaba que hubo en ese amanecer, siendo la imagen de una tristeza inconmensurable.
Estaba contemplando mis últimas horas de esta pandemia.



 

Inspiraciones 5

    A veces una máquina de escribir es una buena historia en sí misma.  Y ésta lo es. Luego de Pandemia 2020, una historia obviamente nu...