lunes, 30 de septiembre de 2019

Caras

CARAS




I

Quique se hallaba sentado junto a la gran ventana del comedor, cerca de la gran
mesa central. La misma se podía ver desde la vereda de enfrente, y de la calle lateral, junto al garage privado que lindaba con la propiedad.
Detrás suyo legiones de duendes se ocultaban de la difusa luz que llegaba desde gargantas de yeso que se hallaban en lo alto, por lo que buscaban sus refugios en los oscuros rincones que les deparaba el mobiliario,
Ya era de noche , muy tarde, más eso le tenía sin cuidado, por el contrario le motivaba a seguir escribiendo en sus cuadernos esas historias fantásticas que tanto le gustaban. Y mientras su pluma danzaba sobre el papel, las sombras ocultas detrás del gran reloj de pie buscaban nuevos refugios al sonar las doce campanadas de la medianoche.
Hora de Duendes.
En unos minutos más llegaría su amigo Francis, con quien compartía muchas de esas y otras historias y relatos.
Dejó sus pensamientos durante unos minutos, frotándose los ojos ya algo cansados, para volver a abrirlos y acomodarlos a tenue luz que lo rodeaba, más allá de su lámpara y
de sus escritos. Tomó conciencia de enorme paz y quietud que lo rodeaba, un silencio poco común debido a la cercanía de la avenida principal, una de esas que parecía nunca dormir.
Pensó en lo distinto que aquél apacible lugar fuera el día anterior, lleno de humo y olor a cigarrillos, voces que se superponían a los gritos y las canciones, el sonido de las copas al chocar, y el tintineo de las botellas que se iban pasando de mano en mano.
Un ambiente muy distinto en el mismo sitio.
Mucho antes de la fiesta, Francis había pasado a verlo por la compra de ciertos libros y menudo susto le había dado al hacer una de sus famosas bromas de suspenso.
-Quíque... hay caras del otro lado…!!!
De espaldas a la ventana, solo atinó a ver el rostro desencajado de su amigo, alzando una mano, señalando detrás suyo.
Un frío irracional le recorrió el   cuerpo y lo hizo voltear con rapidez.
-TONTO …!!!- replicó- NO me gustan esas bromas …!!!
Entonces Francis le sonrió y volvió a la carga.
-Bueno… entonces hay caras de este lado…•
Movió la cabeza ante el recuerdo y sonrió. Había sido una simple broma, pero para él era algo más que eso.
Cruzó los brazos bajo el mentón y volvió a apoyarse en la mesa.
Había recordado las caras.
Aquello ocurrió cuando muy pequeño, un día que su abuelo iba apagando las luces en
la casa antes de acostarse, y que era cuando un Quique muy niño se escondía de aquél,
para asustarle al pasar cerca de su escondite.



II

Un día el abuelo lo sentó frente a una ventana cerrada y le dijo que cuando el reloj diera las doce de la noche, del otro lado del cristal aparecerían unas caras, muchas y de diversas formas, y le advirtió que como siguiera asustándolo tal vez algún día lo dejara solo pero con las ventanas abiertas.
Las Caras se lo llevarían.
Quique recordó el miedo que había sentido en ese momento, ya que estaba en una edad en que no eran pocas las cosas que le asustaban.
Recordó cierta vez que le preguntó temeroso qué era lo que buscaban esas caras, el abuelo le había contestado con seriedad
-Ellas buscan entrar…
Si bien no recordaba muchas cosas de esa época, recordaba con claridad las noches en que se acurrucaba en algún rincón esperando ver esas caras.
Hasta que una noche aparecieron de verdad.
Había sido en una noche de invierno, fría y silenciosa saliendo con sigilo de su cuarto para atravesar el corredor que comunicaba todos los dormitorios de ese ala
del departamento, para atravesar el salón y llegarse hasta el comedor, y poder ir a esconderse cerca del gran reloj de pie, a esperar ver las formas tras el cristal del amplio ventanal.
Las sombras y las débiles luces de las calles cercanas parecían jugarle bromas a su asustado ánimo, haciéndole creer que al fin ellas habían aparecido, más no eran solo sombras que aparecían en complot con las frías brisas de la madrugada.
Pero algo cambió esa noche, algo que no era lo habitual en sus vigilias, oscuras y misteriosas formas opacaron el cristal.
De pronto aparecieron unas formas ovaladas y sin rasgos, flotando suavemente del otro lado, llenado todo el espacio visible, impidiendo así poder ver las sombras de afuera o las luces oscilantes que a veces destellaban cada tanto.
El cristal acusó la presión de aquellas cosas sobre él, crujiendo y combándose hacia
adentro, al forzar los marcos que los contenían.
Aquellas cosas no tenían rasgos ni señas, solo la forma y el movimiento fantasmal de los rostros que él imaginaba en sus sueños.
Aunque temeroso y sin saber muy bien por qué, tomó coraje y se acercó hasta el cristal
con mucha lentitud, sin movimientos de más que produjeran algún cambio en esa masa que se frotaba del otro lado.
Al llegar junto a la ventana, estiró una mano para apoyar su palma contra el vidrio sintiendo al instante el frío tremendo que pasaba a través de él.
Una luz que aparecía y se iba cada tanto se hizo patente al instante de tocar el vidrio, provocando la reacción de esas cosas del otro lado.
Aquellas cosas abrieron ojos que parecían no existir, y bocas que no estaban hacía
un momento mirándolo a través de rojos y mostrando esas bocas de afilados
dientes que buscaban su rostro para morderlo.
Hasta creyó oír el chasquido de los mismos al entrechocarse, víctimas de una violenta ira que parecía poseerlas.
Algunos rostros se alargaron más de lo normal, adquiriendo grotescas expresiones de
locura y odio, cambiando la forma de sus ojos recién aparecidos en rojos globos de odio que inspiraban un profundo terror.
Los golpes contra el cristal se hacían más violentos, casi amenazando con romperlo de tanta fuerza que hacían al empujar.
Huyó espantado del comedor, con los pelos de punta y muerto de frío, con el corazón que parecía salirse de su pecho, y con su cuerpo lleno de una extraña corriente que lo empujaba a huir.


III

Hacía mucho tiempo que no recordaba todo aquello, mucho tiempo tratando de no hacerlo. Un frío temblor le recorrió la espalda.
El timbre de la calle le sorprendió mirando la ventana que estaba entreabierta, algo que no entendía como había sucedido, puesto que todo ese rato había estado inmerso en sus pensamientos, que lo abstrajeron de la inminente llegada de su amigo.
Bajó las escaleras que conducían a la planta baja, y luego de unos momentos regresó acompañado de Francis, muy abrigado y silencioso.
Caminaba lentamente, como distraído o perdido en sus pensamientos, arrastrando los pies
y con los hombros caídos, algo muy extraño en su siempre erguida figura. Quique lo miró como esperando una broma imprevista, pero aquél no reaccionó/
-Bien Francis••• espero que tengas ganas de escribir algo conmigo- le dijo y con su mano señaló los escritos sobre la mesa.
Francis se sentó frente a él, mirando la ventana entreabierta, y sus ojos se abrieron con desmesura al hacerlo.
Quique no acusó recibo. Podría ser la broma que estaba por llegar.
-Pensabas en las caras… No es así, Quique…?
Las palabras surgieron lentamente, de forma cavernosa y forzada, casi como temerosas, haciendo que Quique se pensara dos veces si su amigo estaba bien.
-Sí. A qué viene la pregunta…?
Francis seguía extraño, moviendo su vista a algún punto indefinido, lejos de la vista de cualquiera.
-No sé… se me ocurrió preguntar…
Frunció el entrecejo ante esas palabras dichas vagamente. Algo no andaba bien con Francis.
-Te sentís bien…?
El aludido posó sus ojos unos segundos en él, para volver a su remoto lugar de vistas.
-No sé… últimamente… - dejó caer la cabeza sobre su hombro- estuve viendo caras yo también…Como si estuviera soñando…cada vez que me distraía en algún pensamiento… cuando soñaba…
Quique dejó su lapicera sobre los papeles.
-Qué…?
-Caras…Quique. Caras…
Aquello lo estaba poniendo nervioso.
-Cuando duermo continuó Francis- me veo en medio de una bruma, densa, lejana, donde ellas aparecen flotando y riendo, mostrando sus afilados dientes y sus ojos rojos…
 Quique sintió que se le secaba la garganta.
-...parecían venir de lejos…de muy lejos…y pasaban a mi lado rozándome, muy cerca
casi como si quisieran que las sintiera , que sintiera su realidad y existencia.
Quique sentía extraña sensación en la espalda, como de algo que sabía iba a ocurrir más no le iba a ser posible evitarlo.
-Era como una pesadilla…- seguía Franz con su monólogo- como una pesadilla que sucedía sin estar dormido… esas caras blancas y  ovaladas… esos ojos rojos…
-Franz…!!! Por favor…!!! Qué pasó…???  Tuviste otra vez esos sueños…???
Franz cerró los ojos un momento.
-Sí. Tuve de esos sueños… Muchas caras…
Quique lo tomó de las muñecas y  le obligó a levantarse.
-DE QUE LADO ESTABAN LAS CARAS, FRANZ…??? DE QUE LADO…???
Aún aletargado miró hacia la ventana como queriendo ver más allá, tan lejos como no podría hacerlo nadie.
Quique dio la vuelta mientras le soltaba las muñecas, y se puso a su lado para recibir la fresca brisa nocturna.
-Sabes algo, Quique…?. Las caras estaban de ESTE lado, venían desde muy lejos, de
mi infancia hasta hoy, en las que les prohibí pasar al cerrar los postigos.
Quique movió los labios como para decir algo, mientras allá afuera se divisaban unas formas que venían flotando en la noche.
-Si, Franz. Vienen de mi infancia también .Me asustaron de chico pero las olvidé, las
dejé de lado en la vida, a veces cuando escribo o pienso en el abuelo y sus cuentos para asustarme. Ahora saben que ya no temo, que no soy un chico, y encuentran una ventana abierta que antes estaba cerrada…
Las caras se arremolinaron sobre el marco, riendo y  riendo como en una broma infinita
para entrar velozmente con la brisa y el frío, dejando todo a oscuras y en silencio, salvo por las campanadas del reloj.


IV

Cuando el abuelo abrió la puerta de calle sintió una leve sensación que no le gustó en lo más mínimo.
Algo estaba mal.
Desde lo alto de la escalera, jugando con el blanco mármol veteado, una débil luz azul llegaba hasta donde se hallaba.
Eso le causó temor.
ALGUIEN HABIA DEJADO ABIERTA LA VENTANA DEL COMEDOR…
Sabía que su mujer iba a llegar tarde, por eso cerró con rapidez la puerta y comenzó a subir los escalones a todo lo que le daban las piernas. La edad pasaba factura.
Y lo hizo sin encender ninguna luz, no la necesitaba, sabía muy bien qué ocurría y por dónde se pisaba.
Tal vez los años, tal vez la melancolía, pero algo activó los recuerdos en su mente, los gratos momentos que vivió allí con su mujer, en aquella casa que se convertiría en el pilar fundamental de su familia, dónde nacerían sus hijos, y dónde jugarían sus nietos. Recordó las veces que el pequeño Quique había jugado en aquel comedor tan amplio, tan especial, las veces que se había quedado embelesado con el reloj de píe y sus sonoras campanadas cada hora o media hora, las veces que se había escondido tras él para asustarlo cuando llegaba a la puerta de su dormitorio. Cómo se añoraban esos días…!!!
Sin embargo Quique hoy era un hombre, y la felicidad se estaba esfumando al reconocer esa luz azulada.
Cuando llegó al comedor divisó la ventana abierta.
Accionó un interruptor, pero la luz no encendió. Decidió llegar hasta el pasillo que
daba a su dormitorio, y al pasar cerca del reloj vio un bulto oscuro a un lado del mismo.
Que era Eso…?
De pronto el bulto comenzó a incorporarse, a erguirse, hasta que el hombre vió con total claridad la realidad de aquello.
Quique.
A la luz que provenía del ventanal, el abuelo abrió desmesuradamente los ojos, mientras en sus pupilas se reflejaba el horror que sintió al verlo.
Aquello no era su nieto.
Estaba rapado, depilado, completamente lampiño, con el rostro maquillado de blanco, los labios al rojo vivo, y los ojos completamente rojos como brasas.
Aquél ser infernal tomó al abuelo de las solapas y lo levantó sin mayor esfuerzo, y le
habló con una voz gutural, segundos antes que el reloj marcara las tres de la madrugada.
-LAS CARAS, ABUELO…!!! LAS CARAS…!!!
Cuando las campanas terminaron de sonar, las Caras comenzaron a salir de todos los sitios flotando y riendo, danzando demencialmente alrededor de ellos, en una espiral de locura que llegaba al paroxismo.
De pronto todas las luces se encendieron, haciendo que mágicamente todo se desvaneciera. Una fría brisa entraba por la ventana, mientras su mujer lo miraba asustada con la mano en el interruptor.
-Por qué está abierta esa ventana…?- preguntó con temor.
El hombre miró en sus ojos, y ella comprendió. La mujer llegó hasta la ventana y  la cerró.
Se dió media vuelta, y sin detenerse a mirarlo, le habló.
-Creo que debernos irnos de este lugar…


V

Hacía mucho tiempo que nadie veía a la familia de Quique, ni al propio Quique, como tampoco había noticias de Franz.
Algunos amigos que fueron a ver otras direcciones se encontraron con que ya se habían mudado, como en ocasiones anteriores.
La vieja casa donde todo se gestó está cerrada, vieja, y descuidada. De vez en cuando un hombre de la inmobiliaria va a verla y está una tarde allí haciendo llamados a futuros clientes.
Debajo de la casa, al lado, sigue el garaje aunque también está cerrado y abandonado, desde tiempo atrás.
A muchos les invade la sensación que aún hay gente en esa casa, aunque se sabe que eso es imposible.
Pero a pesar del tiempo que ha pasado y el olvido que se formó sobre Quique y su familia, siempre está la sensación que algún día volverán.
Así fue como un día de esos, en que uno de sus amigos andaba por la zona, se encontró
con el hombre de la inmobiliaria y juntos fueron a ver el garaje.
Al llegar al playón central del mismo, joven creyó ver algo en la ventana del comedor tanto tiempo cerrada.
Había algo tras el cristal, algo ovalado y luminoso, algo borroso pero grotesco, algo de no saber que era, parecía una cara, una blanca y sonriente cara.

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