CARAS
I
Quique se hallaba sentado junto
a la gran ventana
del comedor, cerca
de la gran
mesa
central. La misma se podía ver desde la vereda de enfrente, y
de la calle
lateral, junto al garage privado que lindaba
con la propiedad.
Detrás suyo legiones de duendes se ocultaban de la difusa luz que llegaba
desde gargantas de yeso que se hallaban en lo alto, por lo que buscaban
sus refugios en los
oscuros rincones que les deparaba
el mobiliario,
Ya era de noche , muy tarde, más eso le tenía sin cuidado, por el contrario
le motivaba a seguir escribiendo en sus cuadernos
esas historias fantásticas que tanto le gustaban.
Y mientras su pluma danzaba
sobre el papel, las sombras
ocultas detrás del gran reloj de pie buscaban nuevos refugios
al sonar las doce
campanadas de la medianoche.
Hora
de Duendes.
En unos minutos más llegaría su amigo Francis,
con quien compartía
muchas de esas y otras historias y relatos.
Dejó
sus pensamientos durante
unos minutos, frotándose los ojos ya algo cansados, para volver a
abrirlos y acomodarlos a
tenue
luz que lo rodeaba, más allá de su lámpara y
de sus escritos. Tomó
conciencia de enorme
paz y quietud que lo rodeaba, un silencio poco común debido a la cercanía de la avenida
principal, una de esas que parecía nunca dormir.
Pensó en lo distinto que aquél apacible
lugar fuera el día anterior, lleno de humo y olor a cigarrillos, voces
que se superponían a
los
gritos y las canciones, el sonido de las copas al chocar, y
el tintineo de las botellas que se iban pasando de mano en mano.
Un ambiente muy distinto en el mismo
sitio.
Mucho
antes de la fiesta, Francis
había pasado a
verlo
por la compra de ciertos
libros y menudo susto
le había dado al hacer una de sus famosas bromas
de suspenso.
-Quíque... hay caras
del otro lado…!!!
De espaldas a la ventana, solo atinó a ver el rostro desencajado de su amigo, alzando una mano, señalando detrás
suyo.
Un frío irracional le recorrió el cuerpo y lo hizo voltear con rapidez.
-TONTO
…!!!- replicó- NO me
gustan
esas bromas …!!!
Entonces Francis le sonrió
y volvió a la carga.
-Bueno…
entonces hay caras de este lado…•
Movió
la cabeza ante el recuerdo
y sonrió. Había sido una simple broma, pero para él
era algo más que eso.
Cruzó
los brazos bajo el mentón
y volvió a apoyarse en la mesa.
Había
recordado las caras.
Aquello ocurrió cuando
muy pequeño, un día que su abuelo iba apagando las luces en
la casa antes de acostarse, y que era cuando un Quique muy niño se escondía de aquél,
para
asustarle al pasar cerca de su escondite.
II
Un día el abuelo
lo sentó frente
a una ventana cerrada
y le dijo que cuando el
reloj diera las doce de la noche,
del otro lado del cristal
aparecerían unas caras,
muchas y de diversas formas,
y le advirtió que como siguiera
asustándolo tal vez algún día lo dejara solo pero con las ventanas
abiertas.
Las Caras se lo llevarían.
Quique recordó el miedo que había
sentido en ese momento, ya que estaba en una edad en que no eran pocas las cosas
que le asustaban.
Recordó cierta vez que le preguntó temeroso qué era lo
que buscaban esas caras, el abuelo le había
contestado con seriedad
-Ellas buscan entrar…
Si bien no recordaba
muchas cosas de esa época, sí recordaba con claridad las noches
en que se acurrucaba en algún
rincón esperando ver esas caras.
Hasta que una noche aparecieron de verdad.
Había sido en una noche de invierno, fría y silenciosa saliendo con sigilo
de su cuarto para atravesar el corredor que comunicaba todos
los dormitorios de ese ala
del departamento, para atravesar el salón y llegarse hasta el comedor, y poder ir a esconderse cerca
del gran reloj de
pie, a esperar ver
las formas tras el cristal del amplio ventanal.
Las sombras
y las débiles luces de las calles
cercanas parecían jugarle
bromas a su asustado ánimo, haciéndole creer que al fin ellas
habían aparecido, más no eran solo sombras que aparecían en complot con las frías brisas de la madrugada.
Pero
algo cambió esa noche, algo que no era lo habitual en sus vigilias,
oscuras y misteriosas formas opacaron el cristal.
De pronto aparecieron unas formas ovaladas
y sin rasgos, flotando suavemente del otro lado, llenado todo el espacio
visible, impidiendo así poder ver las sombras de afuera o las luces oscilantes que a veces destellaban cada tanto.
El cristal acusó
la presión de aquellas
cosas sobre él, crujiendo y combándose hacia
adentro, al forzar los marcos que los contenían.
Aquellas cosas
no tenían rasgos ni señas, solo la forma y
el movimiento
fantasmal de los rostros que él imaginaba
en sus sueños.
Aunque temeroso y sin saber muy bien por qué, tomó coraje y
se acercó hasta el cristal
con
mucha lentitud, sin movimientos de más que produjeran algún cambio
en esa masa que se frotaba
del otro lado.
Al
llegar junto a la ventana, estiró una mano para apoyar su
palma
contra el vidrio sintiendo al instante el frío tremendo
que pasaba a través de él.
Una
luz que aparecía y se iba cada tanto se hizo patente al instante de tocar el vidrio, provocando la reacción de esas cosas del otro lado.
Aquellas cosas abrieron ojos que parecían
no existir, y bocas que no estaban hacía
un momento mirándolo a través de rojos y mostrando esas
bocas de afilados
dientes que buscaban su rostro para morderlo.
Hasta
creyó oír el chasquido de
los mismos al entrechocarse, víctimas
de una violenta
ira que parecía poseerlas.
Algunos rostros se alargaron más de lo normal, adquiriendo grotescas expresiones de
locura y odio, cambiando la
forma
de sus ojos recién
aparecidos en rojos globos
de odio que inspiraban un profundo terror.
Los golpes contra el cristal se hacían más violentos, casi amenazando con romperlo de tanta fuerza que hacían al empujar.
Huyó espantado
del comedor, con los pelos de punta y
muerto
de frío, con el corazón
que parecía salirse de
su pecho, y con su cuerpo lleno de una extraña
corriente que lo empujaba a
huir.
III
Hacía
mucho tiempo que no recordaba
todo aquello, mucho tiempo tratando
de no hacerlo. Un frío temblor le recorrió
la espalda.
El timbre de la calle
le sorprendió mirando
la ventana que
estaba entreabierta, algo que no entendía como había
sucedido, puesto que todo ese rato había
estado inmerso en sus pensamientos, que lo abstrajeron de la inminente
llegada de su amigo.
Bajó
las escaleras que conducían a la planta baja, y luego de
unos
momentos regresó acompañado de Francis, muy abrigado y
silencioso.
Caminaba lentamente, como distraído o perdido en sus pensamientos, arrastrando los pies
y con los hombros
caídos, algo muy extraño en su siempre
erguida figura. Quique lo miró como esperando una broma imprevista, pero aquél no reaccionó/
-Bien
Francis••• espero que tengas
ganas de escribir
algo conmigo- le dijo y
con
su mano señaló los escritos
sobre la mesa.
Francis se sentó frente
a él, mirando la ventana entreabierta, y sus ojos se abrieron con desmesura
al hacerlo.
Quique no acusó recibo.
Podría ser la broma que estaba por llegar.
-Pensabas en las caras… No es así, Quique…?
Las palabras surgieron lentamente, de forma cavernosa y forzada, casi como temerosas, haciendo que Quique
se pensara dos veces si su amigo estaba bien.
-Sí. A qué viene la pregunta…?
Francis seguía extraño, moviendo
su vista a algún punto indefinido, lejos de la vista de cualquiera.
-No sé… se me ocurrió
preguntar…
Frunció el entrecejo ante esas palabras
dichas vagamente. Algo no andaba bien con Francis.
-Te sentís bien…?
El aludido posó
sus ojos unos segundos en él, para volver a su remoto lugar de
vistas.
-No sé… últimamente… - dejó caer la cabeza sobre su hombro-
estuve
viendo caras yo también…Como si estuviera soñando…cada vez que me distraía en algún pensamiento… cuando soñaba…
Quique dejó su lapicera sobre los papeles.
-Qué…?
-Caras…Quique. Caras…
Aquello lo estaba poniendo nervioso.
-Cuando duermo continuó Francis- me
veo en medio de una bruma,
densa, lejana, donde ellas aparecen flotando y
riendo, mostrando sus afilados
dientes y sus ojos
rojos…
Quique sintió que se le secaba
la garganta.
-...parecían venir de lejos…de muy lejos…y pasaban a mi lado rozándome, muy cerca
casi
como si quisieran que las sintiera ,
que
sintiera su realidad y
existencia.
Quique sentía
extraña sensación en la espalda,
como de algo que sabía iba a ocurrir más no le iba a ser posible
evitarlo.
-Era como una pesadilla…- seguía Franz con su monólogo- como una pesadilla que sucedía sin estar dormido… esas caras
blancas y ovaladas… esos ojos rojos…
-Franz…!!! Por favor…!!! Qué pasó…??? Tuviste otra vez esos
sueños…???
Franz
cerró los ojos
un momento.
-Sí. Tuve de esos sueños… Muchas
caras…
Quique lo tomó de las muñecas y le
obligó a levantarse.
-DE
QUE LADO ESTABAN
LAS CARAS, FRANZ…??? DE QUE LADO…???
Aún
aletargado miró hacia la ventana como queriendo
ver más allá, tan lejos como no
podría hacerlo nadie.
Quique dio la vuelta mientras le soltaba las muñecas, y
se puso a su lado para recibir la fresca brisa
nocturna.
-Sabes algo, Quique…?. Las caras estaban de ESTE lado, venían
desde muy lejos, de
mi infancia hasta hoy, en las que les prohibí pasar
al cerrar los postigos.
Quique movió los labios como para decir algo,
mientras allá afuera
se divisaban unas
formas que venían flotando en la noche.
-Si, Franz. Vienen de mi infancia también .Me asustaron de chico pero las olvidé, las
dejé de lado en la vida, a veces cuando escribo
o pienso en el abuelo y
sus
cuentos para asustarme. Ahora saben que ya no temo, que no soy un chico, y encuentran una ventana abierta que antes estaba
cerrada…
Las caras se arremolinaron sobre el marco, riendo y riendo como en una broma
infinita
para
entrar velozmente con la brisa y el frío,
dejando todo a oscuras y en silencio,
salvo
por las campanadas del reloj.
IV
Cuando el abuelo abrió la puerta de calle sintió una leve sensación que no le
gustó
en lo más mínimo.
Algo
estaba mal.
Desde
lo alto de la escalera,
jugando con el blanco mármol veteado, una débil luz azul llegaba hasta donde
se hallaba.
Eso le causó temor.
ALGUIEN HABIA DEJADO ABIERTA
LA VENTANA DEL COMEDOR…
Sabía
que su mujer iba a
llegar
tarde, por eso cerró con rapidez la puerta y comenzó a subir los escalones a
todo
lo que le daban las piernas.
La edad pasaba factura.
Y lo hizo sin encender ninguna
luz, no la necesitaba, sabía muy bien qué ocurría
y por dónde se pisaba.
Tal vez los años, tal vez la melancolía, pero algo activó
los recuerdos en su mente, los gratos momentos que vivió allí con su mujer, en aquella casa que se
convertiría en el pilar fundamental de su familia,
dónde nacerían sus hijos, y
dónde
jugarían sus nietos. Recordó las veces
que el pequeño Quique
había jugado en aquel comedor
tan amplio, tan especial, las veces que se
había
quedado embelesado con el reloj de píe y
sus sonoras campanadas cada hora o media hora,
las veces que se había escondido
tras él para asustarlo cuando llegaba a
la puerta de su dormitorio. Cómo se añoraban
esos días…!!!
Sin embargo Quique hoy era un hombre,
y la felicidad se estaba esfumando al reconocer
esa
luz azulada.
Cuando llegó al comedor divisó
la ventana abierta.
Accionó un interruptor, pero la luz no encendió.
Decidió llegar hasta el pasillo que
daba a su dormitorio, y al pasar cerca del reloj vio un
bulto
oscuro a un lado del mismo.
Queée era Eso…?
De pronto el bulto comenzó
a incorporarse, a erguirse, hasta
que el hombre vió con total claridad la realidad de aquello.
Quique.
A la luz que provenía del ventanal, el abuelo abrió desmesuradamente los ojos, mientras
en sus pupilas
se reflejaba el horror que sintió
al verlo.
Aquello no era su nieto.
Estaba rapado, depilado, completamente lampiño, con el rostro maquillado de blanco, los
labios
al rojo vivo, y
los ojos completamente rojos como brasas.
Aquél ser infernal
tomó al abuelo de las solapas
y lo levantó sin mayor esfuerzo, y le
habló
con una voz gutural, segundos
antes que el reloj marcara
las tres de la madrugada.
-LAS
CARAS, ABUELO…!!! LAS CARAS…!!!
Cuando las campanas
terminaron de sonar,
las Caras comenzaron a salir de todos
los sitios flotando y riendo, danzando demencialmente alrededor de ellos, en una espiral
de locura que llegaba al paroxismo.
De pronto todas las luces se encendieron, haciendo
que mágicamente todo se desvaneciera.
Una
fría brisa entraba
por la ventana, mientras
su mujer lo miraba asustada
con la mano en
el interruptor.
-Por qué está
abierta esa ventana…?- preguntó con temor.
El hombre miró en sus ojos, y ella comprendió. La mujer llegó
hasta la ventana y
la
cerró.
Se dió media vuelta,
y sin detenerse a mirarlo, le
habló.
-Creo
que debernos irnos de este lugar…
V
Hacía
mucho tiempo que nadie veía a la familia de Quique, ni al propio Quique,
como tampoco había
noticias de Franz.
Algunos amigos que fueron a ver otras direcciones se encontraron con que ya se habían mudado, como en ocasiones anteriores.
La vieja casa donde todo se gestó está cerrada, vieja,
y descuidada.
De vez en cuando un hombre de la inmobiliaria va a verla y está una tarde allí haciendo llamados a futuros clientes.
Debajo de la casa,
al lado, sigue el garaje aunque
también está cerrado
y abandonado, desde
tiempo atrás.
A muchos les invade
la sensación que aún hay gente en esa casa, aunque se sabe que eso
es
imposible.
Pero
a pesar del tiempo
que ha pasado y
el
olvido que se formó sobre
Quique y su familia,
siempre está la sensación que algún día volverán.
Así fue como un día de esos, en que uno de sus amigos
andaba por la zona, se encontró
con el hombre de la inmobiliaria y juntos fueron
a ver el garaje.
Al llegar
al playón central
del mismo, joven creyó ver algo en la ventana del comedor tanto tiempo cerrada.
Había
algo tras el cristal, algo ovalado y luminoso, algo borroso pero
grotesco, algo de no saber
que era, parecía
una cara, una blanca y sonriente cara.
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