jueves, 26 de marzo de 2020

Pandemia 2020 - 1







Dia 1

Habian declarado la reclusión preventiva y obligatoria a partir de la medianoche del dia anterior. Sabía por las noticias que se estaba gestando algo así, ya que los casos de contagio iban aumentando de a poco pero en sostenido.
Si los chinos comieran un buen plato de ravioles seguro que esto no pasaba. Pero bueno, se veia que el murciélago con caldo de pescado era más sabroso. Si al menos lo hubieran hervido como la gente…
Hacia un par de dias que no iba por el laburo, tenia francos a compensar y aproveché para dormir bastante y olvidarme de esa manga de turros que por un mango nos hacían laburar sin otra cosa que alcohol y un trapo con lavandina.  Barbijo o guantes te los debo.
Ya desde hacía unos dias la gente saturaba los supermercados, replicando el efecto plaga de langostas , que era la impresión que uno se llevaba cuando iba por un paquete de harina o una leche para el cafe de la mañana.
Cerca de casa había dos super chinos, y tres de un par de cadenas mas grandes, en las versiones express o standar. Ponele. 
Estaban todos como locos, y en verdad no habia razón fundamentada para ello.  El gobierno había anunciado el abastecimiento normal, y la continuidad de los servicios básicos.  El desabastecimiento lo producía la misma gente que se llevaba hasta el rollo de los números, y que parecía haber saqueado el lugar en vez de comprar.
En la tele y el celu aparecían a cada rato las recomendaciones para salir o entrar a tu casa, cosa que con la resaca que tenía mejor dejaba para leer después en profundidad.  Solo tomé el recaudo de los zapatos al entrar, y el trapo con lavandina atrás de la puerta. Cosas que habian quedado bien grabadas de cuando el H1N1, y la psicosis de mi mujer, justificada por nuestra única hija que era un bebé todavía. 
Me espabilé bien y  busqué ropa para andar en casa todo el dia, y un recambio cómodo de poner y sacar para salir a hacer las compras. 
Fui hasta el pasillo de entrada y calculé las medidas. 
Un metro de la puerta al felpudo, y del felpudo medio metro hasta la prinera linea imaginaria de cerámicas, que actuaría de zona desmilitarizada, y límite para llegar hasta allí con las ojotas.
Zapatos urbanos cómodos y sin cordones para sacar y poner rapido arriba del felpudo, una botellita de alcohol para limpiarme las manos y cambiarme, y una silla en terreno amigo para las pilchas de entrecasa. Las de calle en el gancho atrás de la puerta. También podria usar el garage que ahora estaba vacío, ya que el auto que alli se guardaba era de mi mujer, y no era seguro que volviera en mucho tiempo, pero significaba demasiado lugar de intercambio para una sola persona.
Hasta ahi todo era como la gripe anterior.  Protocolo activado, que hubiera sido más rápido de ejecutar si no hubiera tomado tanto anoche, despues de escuchar los gritos de mi mujer al otro lado del teléfono.  
Carmen seguia recriminando cosas en las que tenia razón, pero que en la situación personal que nos hallábamos no tenía sentido. Sino fuera por Serena, hacia rato que la mandaba a la mierda.
Un destello en el celu me obligó a ver que pasaba. Un whatsapp de un compañero, preguntando que había dicho la empresa.
Que se fueran a cagar. El presi fue muy claro. NADIE EN LA CALLE. VAMOS A SER MUY ESTRICTOS CON LAS MEDIDAS.
Los bondis solo llevaban gente exceptuada de la normativa, o sea personal de Salud, de Seguridad, o gente autorizada. Los trenes igual, y la policia andaba cerrando negocios cuyos dueños consideraban que la bijouterie o las pilchas eran de primera necesidad. Ni hablar los 2 pesos chinos. 
Tambien paraban gente al voleo que no iba al super, farmacia, o negocio abierto y autorizado, y boludeaba haciendo sociales. 
Eso se veia en la tele y corria en las redes donde estaba incluido.
La gente no habia entendido nada.
Le mandé un mensaje a Serena, un emoticon que para mi era ocurrente, y para ella una boludez casi seguro, pero que me hacía sentir algo más cerca suyo y más acompañado al mismo tiempo. Le escribi a Carmen, que no aparecía en linea, preguntando como estaban y si necesitaban algo. Obvio no iba a contestar. Y un audio a Serena preguntando lo mismo, de la que solo obtuve un pulgar arriba. 
Lamenté que la cuarenrena nos hubiera agarrado tan lejos, ella bien en Capital  y yo en Caseros, medio a trasmano todo, ya que hubiera sido un buen momento para estar unos dias con ella y poder recuperar algo de todo lo que perdi de su niñez. 
Habia crecido un montón, ya estaba en el secundario, y ni rastros de la nena que jugaba en la cocina de casa después de cenar.  Ahora era una señorita.
Busqué algo de plata en donde pongo las tarjetas y el efectivo, y del llavero una sola llave, a fin de no tener que desinfectar un montón que no iba a usar.
Luego del protocolo ya conocido sali a la calle a buscar algo para los próximos dos días.  Algo de leche, huevos, pan, y lo que viera o no se hubiera llevado la horda de desesperados.
El chino de la vuelta no tenía mucho problema con el tema de la distancia social, tenia más gente adentro que el San Martin cuando viene demorado, y por la calle tanta gente como en un feriado típico, que para lo que se había decretado, era demasiada. 
Se recomendaba que uno solo saliera a hacer las compras, pero como buenos argentinos ahí estaban la mujer, el marido, y hasta vi un par de chicos.
"Asi hacemos más rápido " decian algunos que escuché al pasar, y no faltaban los que luego las redes reflejarían con algo de humor, los que estaban sacando a pasear el perro por vigésima vez en esa mañana.
Fui hasta el Dia a dos cuadras de casa, donde casi no habia gente, y pude pertrecharme de varias cosas  incluido un tinto sin pretensiones, por si se me ocurría hacer algo más suculento de lo habitual para comer. 
Al salir fui hasta la panaderia a otra cuadra de alli  sobre la avenida, donde el argentinismo seguia haciendo de las suyas. 
Una señora en la puerta de su casa, evidentemente de más de 60 años, y sin hacer otra cosa que estar ahi parada, saludó a otra que venia con su changuito, provista de guantes y barbijo, la cual se acercó a saludarla, bajandose el barbijo para poder darle un beso y poder hablar mejor a medio metro escaso. Esa si que llevaba el barbijo de adorno.
Como si fuera poco, otro hombre mayor que paseaba el perro, se acercó a saludar a las mujeres, y entre los tres iniciaron una animada charla.
Estos si que estaban al pedo, pensé.  Y lo peor es que no habían entendido nada. 
En mi camino a la panaderia vi varios negocios cerrados. Más gente de la que debería, pero mucha menos que un dia normal. Casi todos iban rápido y con varias bolsas, y los que no, iban paseando algun perro. No necesariamente el suyo.
Al llegar a la panaderia ví personas haciendo cola en la vereda, entre ellos el tano Paolo, un tano viejo muy fanfarrón, lleno de guita y de familia numerosa, que vive en la cuadra siguiente a mi casa, casi a mitad de cuadra. Andaba con la nieta a los besos, teniendola de a ratos en brazos y otros dejándola que camine alrededor de sus piernas.
-No estaria bueno que la nena esté  en su casa ?
La pregunta me salió del alma. No era muy afecto a meterme en causas nobles, justas, o la que fuere. Soy de no meterme en realidad, y con este tipo mucho menos. Sin embargo me salió asi como asi. 
Me miró como si hubiera caido mierda del cielo, cortando los sociales con los que estaban delante suyo..
-Yo sé lo que hago con mi nieta.- dijo bien tajante.  
-No necesito que nadie me diga que tengo qué hacer. Ni usted ni el presidente. 
Mientras hablaba se cuadraba frente mio, haciendo valer su voluminoso fisico y la altura,  los cuales me sobrepasaban bastante.
Una mujer mayor, que tampoco debiera estar ahí, salió al cruce del hombre y le recriminó que sacara a la chiquita a la calle. 
Otro hombre también intervino, y para que la cosa no pase a mayores, una de las empleadas de la panaderia, que despachaban desde la entrada,  atendió al tano Paolo y lo fleto rápidamente. 
-Nosotros pasamos de todo, pibe. Esta mierda no puede con nosotros...- me dijo al pasar con la nena en brazos.
La mujer me miró sacudiendo la cabeza. 
Miré el teléfono que sacaba cartelitos a lo pavo. El servicio de noticias informaba a cada rato. En Italia estaban al horno, mas muertos que China y la mayor cantidad de contagios. 
Me parecía que esta vez alguien estaba pudiendo con ellos, salvo que éste tenía la suerte de estar acá, lejos del desastre.
Después de comprar volví a casa, no sin antes pasar por el chino, y sobornar a la bolivianita de la verduleria, que me tiraba onda, para que me consiga un rociador. 
Obviamente me lo trajo, junto con unas papas que ya que estábamos venian bien, prometiendo volver más seguido cuando pasara este quilombo. 
Con barbijo y todo se le notaba la sonrisita pícara, aunque no se veía.  Algo de agradecer teniendo en cuenta la cercania del padre, despachando cerca de la Caja del chino, pero sin perder el ojo sobre la hija. 
No era una piba exactamente, pero vieja tampoco, y estaba bastante buena.  Un mordiscón se merecía. 
Al fin volvía a casa, con las vituallas y ganas de cambiarme la ropa y sacarme la pila de virus que traía encima.
Justo cuando hacía contorsionismo para sacar la llave, cosa de no apoyar en el piso, un auto frenó cerca del cordón. 
Una jovencita delgadita y muy alta bajó del asiento trasero con mochilas y un bolso.
-Hola pá.
Bien. Despues de todo usaría el garage como cuarto descontaminante.



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